En ocasión de la semana mundial de la lactancia materna he querido preguntar a los hombres de mi entorno más cercano que recuerdos conservan de este periodo.
Si la relación que se establece entre madre e hij@ parece blindarse contra el mundo, allí fuera hay alguien que está esperando su momento. El padre que, como dice mi abuela Rita, de su cuerpo solo puso una gotita, espera cumplir con su rol de genitor.
¿Que recuerdos conservas de la lactancia de tu hijo ?
¿Crees haber sido un apoyo para tu mujer ?
Mi padre tenía 23 años cuando su primera hija, que soy yo, llegó al mundo. Siempre fue un hombre interesado en los fenómenos de la vida y del cuerpo (lo recuerdo capturado por imágenes de cirugía abierta delante la televisión o curándome las heridas como un verdadero profesional). Así que no me sorprendió su respuesta, pues la lactancia fue una gran novedad para él. « Tenía mucha curiosidad y me dedicaba a observar como tu y tus hermanos succionabais. Alguna vez, hasta he querido probar el sabor de la leche ». Que ternura me da imaginar dos jóvenes de poco más de veinte años adentrarse en el camino de la parentalidad. « Conservo hermosos recuerdos de esa época. Imagino será lo mismo para los padres de hoy en día».
Si hace medio siglo, para mi padre la experiencia de lactancia de su hija fue un fenómeno « para admirar y para compartir con su mujer», otros hombres la recuerdan como una gran prueba para la relación de pareja y un desafío para la construcción del vínculo con el niñ@. « Puede que sea un poco egoísta de mi parte, pero me sentí fuera de la relación. A la vez entiendes tu mujer. Como hombre nunca sabré que se siente al ser madre. No se lo que es crear una criatura, sacarla desde tu interior y encima alimentarla dándole de mamar. Sentía mucho la conexión que había entre ellos. Y yo? Yo perdí mi parte de relación allí. Como padre no tengo tetas, no tengo útero. Tu rol es aceptarlo y esperar momentos mejores en que puedes dar algo al niño ».
Y aquí hay un hombre que no se pone como observador del vínculo entre madre e hijo, sino que busca su lugar, espera el momento para ejercer su proprio rol. Esto me recuerda una frase de Françoise Dolto que dice que el lugar que la madre ocupa en la mente y en el corazón del niño es tan grande, que tendrá que hacerse a un lado para que este niño construya un padre dentro de él.
Un hombre adelantado a su tiempo el suegro de mi querida Annalisa, que fue padre en los ochenta. “Los recuerdos que conservo de esa época son muy bellos, entrañables. Fue una época muy especial. Recuerdo la ternura, la búsqueda de tranquilidad, el apoyo para que esos momentos fuesen de relax, sin estrés tanto para la madre como para el niño. También recuerdo momentos delicados. Había tensión, por ser una experiencia nueva y única, no comparable con ninguna otra vivida anteriormente ».
Con el nacimiento de un hijo el Femenino y el Maternal, las fuerzas psíquicas que componen una mujer, a menudo se enfrentan. En la mayoría de los casos el Femenino se aparta durante un tiempo para dejar espacio a la función materna. El pecho sigue siendo una parte del cuerpo llena de sensualidad y eros para la mujer, compartido ahora con el bebé. En forma de broma uno los entrevistados dice: « Recuerdo sentir una grande envidia hacia mi hijo, que podía disfrutar de los pechos de su madre. Cosa que antes hacía yo ». Los pechos de su amante, territorio de goce compartido en la intimidad de la pareja, han sido secuestrados por su hijo durante un tiempo. « La lactancia es un momento de la madre y del niño. Como padre puedes hacer muy poco. ¡Pero que disfrute ser espectador de esta simbiosis! ».
El padre puede hacer mucho, muchisimo para crear la matriz de apoyo que tanto necesitan las madres, sobre todo las primerizas. « Intentaba ayudar lo máximo que podía, salir con el niño, pasearlo para que ella pudiera descansar. Recuerdo pechos al sol, respirar y trasmitirle toda la confianza de que lo conseguiría, que siendo una cosa nueva requería un proceso de aprendizaje ».
« Intenté ayudarla en todo momento. La lactancia es una experiencia nueva a la que no estamos preparados. Aparecen los miedos de la madre. « Y si la leche no sale? » « Y si no estoy preparada ?» « Y si el niño no crece al ritmo que tendría que crecer? ». Todo esto te crea dudas. Intentaba calmarla, estar con ella y con el niño. Pero si, creo que la ayudé ».
« Sin duda he sido un sostén para mi compañera al principio de la lactancia, como es justo que cada hombre, cada padre sea. ¿Cómo? Intentaba alejarla del exceso de información. Cada cual sale con su consejo sobre cuanto dar el pecho, como darlo, que hacer antes y después de la toma, etc.
Mi esfuerzo ha sido convencerla que el instinto materno debe prevalecer sobre todo. Somos animales. Tomaba el ejemplo de la cierva. Nadie le enseña a dar el pecho. Todo nace del conjunto de sensaciones y respuestas instintivas de la madre y del cachorro».
A este punto es preciso preguntarse qué necesita una mujer para conectar con su instinto, para dejar que la voz ancestral del cuerpo le hable. ¿Dónde está metida la Mujer Salvaje? La realidad es que la cultura nos ha ensalzado en muchos aspectos y empequeñecido en otros, entre ellos la facilidad para amamantar y disfrutar haciéndolo.
No hay nada mejor que un entorno que sostiene y alienta a las madres, que facilita la conexión profunda con la criatura, que baja el nivel de exigencia de la madre perfecta y refuerza la madre plena. Madre plena es la que abarca la oscuridad (miedos, preocupaciones, inseguridades, obsesiones, vergüenzas) y la combina con elementos de luz, en un todo más completo que cualquier ideal.